La noche en que Jesús nació en Belén, hubo ángeles que cantaron con su llegada diciendo:
«Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra para los que gozan de su buena voluntad». Lucas 2:14
Ese canto anunció que Dios estaba reconciliando a toda la humanidad con Él. Reconciliar tiene que ver con volver a unir algo que estaba separado, como por ejemplo, una amistad perdida.
¿Por qué Dios mandó a Jesús para reconciliarnos con Él?
Porque los seres humanos lo habíamos traicionado cuando, luego de ser creados por Él, Adán y Eva le desobedecieron al escuchar la voz del enemigo. Desde ese momento el pecado entró a la humanidad y con él, la enfermedad, la enemistad y la muerte.
Pero Dios, prometió que un día enviaría a alguien que vencería esas cosas y nos daría la amistad con Dios. La Navidad celebra que Dios nos envió a su propio Hijo para perdonar nuestros pecados y volver- nos al Padre Celestial, así acabaría nuestra enemistad con Dios.
La Navidad es un tiempo perfecto para reconciliarnos con familiares que se han alejado o amigos que se han ofendido o enojado.
El 28 de julio de 1914 la paz mundial fue quebrantada cuando la artillería del Imperio Astro-húngaro lanzó sus tropas hacia su frontera sur. En poco tiempo país por país toda Europa se involucró en una guerra terrible, la Primera Guerra Mundial.
El día de Navidad de ese mismo año sucedió algo difícil de creer: las tropas de tres países enemigos entre sí hicieron un alto al fuego en la frontera de Francia para celebrar la Navidad con sus enemigos.
La canción que rompió el hielo fue Noche de Paz, y fue cantada desde las barracas alemanas. Cuando los escoceces la reconocieron, se unieron con sus gaitas y fue entonces que cantaron el hermoso himno navideño Venid fieles todos.
Ese momento de oración y celebración cambió a tal punto a estos soldados que ya no pudieron pelear unos contra otros. Sus países se vieron forzados a llevarlos a otras partes.
Yo también experimenté un milagro de reconciliación una noche de Navidad. Mientras cenaba con mi madre y mi hermano sonó el teléfono. Era mi padre que llamaba para saludar. Al tomar el teléfono lo invité a venir y, aunque se resistió, al final aceptó. Cuando terminamos de comer le ofrecí llevarlo a su casa. De camino tuvimos una de las mejores conversaciones de padre a hijo que alguna vez habíamos tenido. Él me pidió disculpas por cosas que había hecho y al mencionar la frase: “Tengo una deuda contigo”, tuve la oportunidad de hablarle acerca de cómo Dios había sanado mi corazón y cómo el perdón había sustituido el rencor en mí. Esa noche mi padre y yo comenzamos un nuevo capítulo de amistad que duró hasta el día en que partió con el Señor.
La Navidad es un buen tiempo para buscar la paz.
Para hacerlo, quizás tú tengas que dar el primer paso, así como fue Dios quien dio el primer paso para reconciliarnos con Él.
Recordemos que la noche de Navidad los ángeles cantaron: “Paz a los hombres”. Que esta Navidad podamos cantar con paz en nuestras vidas y en nuestros hogares.
Reflexionemos juntos
¿Hay alguna persona a la que quizás hemos ofendido y a quién necesitamos pedir perdón?
Quizás somos nosotros los que estamos ofendidos porque nos hemos sentido juzgados o incomprendidos. ¿De qué manera práctica podemos ofrecer nuestro perdón?
¿Habrá alguien a quien debamos llamar o escribir una nota para recuperar su amistad perdida?
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