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Mamás que estorban a sus hijos


Somos cristianos, por lo tanto, podemos tener hogares cristianos. Ser cristiano no significa tener el pescadito pegado en la parte de atrás de nuestros automóviles, significa contar con Jesús y estar cimentados en la palabra de Dios y regirnos por los principios bíblicos.

Las mamás cristianas soñamos que nuestros hijos se entreguen por completo a Jesús; es el sueño de todo padre, y para que esto sea una realidad, nuestra vida y la vida de nuestra familia debe girar en torno a Dios. Nuestros hijos le pertenecen a él primero que a nosotros. Para la cultura de hoy quizás sea una idea difícil de asimilar, pero la realidad es que nosotros somos encargados o mayordomos de lo que nuestro Señor pone a nuestro paso para que cuidemos y multipliquemos. Él nos presta a sus hijos a nosotras esperando que los cuidemos y los formemos bajo sus principios y valores; Dios confía en nosotras y por eso es vital nuestra comunión con él para que podamos pedirle consejo cada vez que necesitemos algo o no sepamos qué hacer.

Debemos ser un estorbo

Nuestros hijos son como un espejo. Lo que veo en ellos probablemente es lo que hay en mí, lo bueno y lo malo. ¿Cuál es nuestra función como padres? (¡aunque en realidad son muchas!), en estas líneas solo quiero hablar de estorbar. Sí, estás oyendo bien. ¡Estorbar! Yo estorbo, él estorba, tú estorbas, todos estorbamos. Según la Real Academia de la Lengua Española, estorbar significa: “poner dificultad u obstáculo a la ejecución de algo; molestar o incomodar”. En este sentido, debo estorbar el pecado. Estorbar no es un don ni una capacidad, es una práctica. Debemos hacerlo cada vez que a alguien en nuestra familia se le ocurra hacer algo que es contrario a la Palabra de Dios o que va en contra de la visión del hogar.

Claro que como padres primero debemos dar ejemplo, porque esto no se trata de estar delatando errores. Por eso es importante ponernos bajo la lupa de Dios y pedirle que él primero estorbe nuestro propio pecado, así todo va a ser más fácil. Si tenemos una culpa por más que parezca oculta, tarde o temprano nuestro pecado va a ser expuesto ante los ojos de nuestros hijos y no tendremos autoridad para estorbar su pecado.

Y ¡Ojo! Estorbar no es gritarles a nuestros hijos o fastidiarlos, se trata de hablar con ellos en amor y llevarlos a tomar decisiones basadas en la Palabra de Dios independientemente de cómo reaccionen y aunque parezca que inicialmente no da resultado. Estorbar es aconsejar y hacer seguimiento, no es prohibir sino hablar de lo que podría pasar, positivo y negativo, al tomar ciertas decisiones. Estorbar es recordarles su propósito de vida y enseñarles a vivir como Dios quiere, no como a ellos les plazca.

Es importante estorbar en un ambiente en el que nuestros hijos nos perciban como padres cercanos, que buscan su bien y que se preocupan por sus vidas, no como jueces implacables que lo que hacemos es buscar la culpa. Padres que se preocupan por sus hijos. Y claro, hablamos de padres en plural ya que este es un trabajo compartido entre los dos y no solo de las mamás, aunque aquí te estoy escribiendo a ti. Los dos encargaron hijos, los dos los crían y los dos les enseñan.

La regla de oro

“Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti”. (Mateo 7:12). Pongámonos en los zapatos de nuestros hijos, especialmente si son adolescentes. A esa edad todo da pena, todo da vergüenza, el qué dirán importa, ¡e importa mucho! Pidamos a Dios sabiduría para estorbar su pecado sin ser fastidiosos e intensos, ¡Eso NO funciona! Pero tampoco funciona el otro extremo, hacernos los distraídos frente a su vida espiritual y nos ser intencionales en ayudarles a desarrollarla.

Recuerda siempre que nosotros también pasamos por ahí y que hubiéramos querido que nuestros papás no fueran ni intensos, ni totalmente ajenos. Mis hijos me mostraron un meme de una novela mexicana donde una mamá ochentera súper maquillada, con copete al estilo Alf, los ojos abiertos a punto de salirse y un dedo señalando, le decía a su hijo: “¡Necesitas a Jesús!”. Esta imagen me inspiró a escribir las siguientes frases, y quisiera que las leas como si fueran de novela mexicana: “¡Lee la Biblia tres horas o te irás al infierno! ¡Orar menos de dos horas es un pecado gravísimo!”. Asusta, ¿verdad? (y no te ofendas si eres mexicana porque amo a tu país).

Ser ejemplo en lugar de dar “bibliazos”

La época de la inquisición ya pasó, no tortures a tus hijos, finalmente dar bibliazos no funciona, obligar tampoco. Amar, dar ejemplo y ser inspiración, ¡Eso sí funciona! Yo quería que mis hijos oraran y leyeran la Biblia. Con mi hija fue más fácil, ella siguió nuestro ejemplo, ¡Y listo! Con mi hijo tuve que trabajar un poco más. Mi hijo siempre entraba a mi lugar de oración, que de hecho luego vino a ser su lugar de oración también, y hacíamos el devocional juntos. Para la lectura de la Biblia tuve que buscar una manera divertida que lo motivara a hacerlo, entonces después de muchos intentos, encontré la manera que luego funcionó. Dejar en su lugar de oración un paquete de gomitas o dulces que se pudiera comer solo si leía la Biblia; de vez en cuando le pregunto: ¿Qué te dijo Dios? o simplemente le cuento qué me dijo Dios a mí.

Si yo leo la Biblia, ellos también la van a leer. Nosotros somos los primeros que debemos orar y leer la Biblia, los primeros en buscar y anhelar a Dios. Nuestros hogares, nuestras vidas y nuestras decisiones deben estar basadas en lo eterno, no en lo pasajero; así como Abraham, que amaba a Dios y era su amigo. Solo lo vamos a lograr si estamos conectadas con Dios y con su Espíritu Santo, él nos hace sabias y nos lleva a ser como Jesús. Cuando tengo como meta ser como Jesús, constantemente voy a revisar mis actitudes, mis pensamientos y mi forma de hablar. Si me desconecto de Dios, comienzo a ser egoísta, desobedientes y pecaminosa.

Jesús es el camino, sigue su senda. Esa es la senda que tus hijos van a seguir también. Alguna vez oí esta oración: “Señor, haz de mí una piedra en el camino de cada persona que se encuentre conmigo; que cada vez que alguien pase por mi lado, tenga que tomar una decisión de seguirte y amarte con todo su corazón”. Ser una piedra en el camino de los hijos no se trata de ser un tropezadero en la vida de ellos para que caigan, por el contrario, se trata de obstaculizar los planes del diablo y producir un punto de quiebre para que ellos amen a Dios. Si estorbamos su pecado e invertimos en su espiritualidad, nuestros hijos llegarán aún más alto de lo que nosotros hemos llegado. Si siembras en la espiritualidad de tus hijos, obtendrás como cosecha que un día ellos van a orar por ti, y eso es increíble.





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