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CARÁCTER DEL LIDERAZGO


“La adversidad revela tu verdadero carácer”. -Jim Kouzes

La palabra carácter es más comúnmente asociada a prepotencia, altivez, ímpetu y falta de dominio propio. Sin embargo, al profundizar en el tema, se observa que tener un carácter “fuerte” es distinto a ser una persona con “fortaleza” de carácter. Un carácter fuerte es frecuentemente usado, especialmente en nuestra cultura latinoamericana, para describir más bien a alguien que se impone impetuosamente, en vez de a alguien que con templanza y mansedumbre es capaz de abordar y dominar una situación.

El fruto del carácter es la integridad ante la adversidad. Prácticamente cada vez que se habla de carácter, trae implícita la exposición o inmersión en algún tipo de reto o situación crítica. Muchos líderes en el mundo empresarial y profesional saben que quizás una de las mejores maneras de saber cómo es el verdadero carácter de alguien, es invitarlo a jugar golf (aunque también es aplicable a algunos otros deportes o disciplinas); esto básicamente porque el juego individual, demandante y complicado implica tener que lidiar con situaciones o jugadas de tensión, incómodas, y a veces hasta injustas. Mientras cada jugador lleva cierto dominio de su juego no hay problemas, pero basta que un jugador experimente un mal tiro para ver que reaccionará con lo que su carácter le permita expresar, es decir, allí es posible percibir cómo lidia cada jugador con su propia realidad ante momentos difíciles. Demostrando así que cuando un líder tiene que enfrentar una situación difícil, su verdadero carácter quedará evidenciado.


Pablo, el apóstol, en este sentido afirmó que “el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza”. Plasmando así una progresión que inicia en el sufrimiento hasta derivar en la esperanza. Es interesante cómo el origen griego de la frase “entereza de carácter” (dokimê) refiere a alguien que tiene experiencia, alguien que ha tenido un carácter probado o aprobado, alguien que es capaz de pararse firme ante los retos luego de haber pasado previamente por dificultades o situaciones desafiantes. Conlleva igualmente a pensar de forma prioritaria, pero no exclusiva, en la característica de alguien confiable y experimentado que ha pasado la prueba del tiempo y que conoce cara a cara el quebrantamiento del alma.

En el contexto del liderazgo esto tiene una interesante implicación al considerar el carácter en los procesos de captación, retención y desarrollo de talento. En este sentido es interesante diagnosticar si los líderes potenciales han sido puestos a prueba o experimentado situaciones retadoras anteriormente, o en todo caso, poder medir su condición para tal fin a través de retos inducidos. Todo esto a fin de: saber el resultado,

comprobar si son irreprensibles, y considerar su aptitud para ejercer determinados roles. Alguien sometido a prueba entonces, según su original en el griego (dokimazô), es realmente alguien que está siendo evaluado, probado, examinado; y por medio de ese escrutinio, se le está permitiendo evidenciar sus más profundos motivos y comprobando su condición de ser genuino, digno e irreprensible (anegklêtos), antes de ser puesto a cargo en determinado rol que implique grandes retos.


Es por eso que tener fortaleza de carácter es la diferencia entre un líder maduro y uno inmaduro, es el punto intermedio entre un individuo experimentado y un novato. Según el autor Ron Jenson, “la vida es energizada por su carácter; su poder y su éxito en última instancia, fluirán de su carácter, lo que a su vez está íntimamente influenciada por su profundidad o madurez espiritual”.


El carácter más que depender de las emociones, aboga por la confiabilidad del líder. La fortaleza de carácter es también la diferencia entre una persona centrada en sus prioridades y uno movido por sus pasiones egoístas. Si bien las experiencias emocionales pueden tener un amplio significado y contribución en el procesamiento de la vida de un líder, difícilmente ellas significarán transformaciones profundas. Por una parte, Joyce Meyer al referir que “la estabilidad emocional desata la habilidad”; y por otra el General H. Norman Schwarzkopf con la siguiente frase, «El liderazgo es una potente combinación de estrategia y carácter. Pero si tienes que estar sin una de estas, es mejor quedarse sin estrategia”; ambos parecen estar más a favor de una persona de carácter que de una persona hábil.


Es posible visualizar el carácter a través de una valiosa metáfora asociada a la distinción entre temperamento y carácter. Esta metáfora implica imaginarse a un caballo en su estado salvaje (brioso e indómito) como el temperamento, y a un hábil jinete o domador (capaz de controlar al caballo) como el carácter. Si bien el temperamento es uno de los factores constituyentes con mayor peso e influencia en la personalidad (y representa la resultante de la combinación de rasgos congénitosheredados- que en forma subconsciente afectan el alma); por otra parte, el carácter, al ser desarrollado, está por encima del temperamento. Un carácter (jinete) que logra desarrollar su fortaleza tiene la capacidad de dominar, someter, controlar, guiar, emancipar y dirigir apropiadamente al temperamento (caballo). Solo el temperamento consigue desbordar sus bríos cuando encuentra un carácter pobremente establecido o desarrollado. En conclusión, la evidencia apunta hacia concebir el carácter más asociado al dominio propio que al ímpetu volátil. Es visto en contraposición a la volatilidad y al hombre de “doble ánimo” o que constantemente cambia lo que dice; está más bien asociado con aprender a llevar una vida estable, determinada y con un claro sentido de orientación.

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